¿Porqué cuando ves cortar un árbol sientes desgarrarte por dentro?
Por Xavi Callejo – www.conscienciarborea.com
A muchas personas nos ocurre que cuando vemos cortar (o cuando vemos que han cortado) a un árbol nos estremecemos y sentimos que algo dentro de nosotros se desgarra tal como si nos estuvieran cortando a nosotros mismos. Tenemos la impresión de que se ha cometido un crimen, queda un espacio vacío físico en el lugar de los hechos y una sensación fuerte de desolación, de alarma y de haber presenciado un atentado contra la vida. Eso nos lleva al llanto quizás, a sentirnos desubicados durante minutos u horas y nos llena de un profundo sentimiento de impotencia y de injusticia. Esto que nos pasa es normal porqué somos personas sensibles y seguramente sensitivas.
A veces de forma inconsciente, y consciente también, establecemos vínculos con los árboles de nuestro entorno cotidiano, de nuestro jardín o de un parque o de algún lugar que frecuentamos, árboles que no nos han dejado indiferentes, árboles a los que nos hemos acercado o árboles cuya simple observación nos alegra el día. Siempre que tenemos un sentir, una emoción o un pensamiento para un árbol o un grupo de ellos debemos saber que todo aquello que emitimos ellos lo reciben, es decir, ellos registran todo lo que acontece a su alrededor y saben de nuestro amor y respeto por la naturaleza y de nuestras apreciaciones y cumplidos. Los árboles son extremadamente seres sensibles e inteligentes. De igual modo los árboles irradian informaciones y contenidos que podemos llegar a percibir más aún cuando hemos establecido estos vínculos.
Ocurre lo siguiente: cuando a estos amigos los van a cortar o los están cortando recibimos de ellos su “señal de alarma” cuya frecuencia se irradia y viaja a través del cuerpo mental de la Tierra o Noosfera (según Pierre Teilhard de Chardin, “la Noosfera es el lugar donde ocurren todos los fenómenos del pensamiento y la inteligencia”). Pero su señal de alarma es más intensa y prolífica de lo que parece a simple vista: ciertamente es la de un ser vivo, un Ser arbóreo, que está sufriendo; aun así en ella se expresa mucho más que un individuo, se expresa toda la inteligencia arbórea aclamando por la perdida que supone para la vida en su conjunto. Un atentado contra un árbol es un atentado contra la vida y la evolución en el planeta. Los árboles son conscientes de ello: si ellos desaparecen difícilmente se podrá dar la vida vegetal, animal y humana tal y como la conocemos. Entonces en esa experiencia recibimos toda esa carga, ese crimen a la globalidad, aún que no seamos consciente de ello, nuestro sentido común advierte de que esa acción no debería de tener lugar y nuestro cuerpo y nuestro sentir reaccionan de forma instintiva y abrupta.
Pero aún hay más: están las memorias que guarda nuestro inconsciente y que están en nuestro cuerpo. Cuando vemos cortar un árbol se suelen activar automáticamente las memorias de nuestras perdidas. Por un lado están las memorias de perdida a nivel personal; nuestros duelos, nuestro abandono o las huellas de aquellas experiencias tempranas que nos hicieron distanciar de nuestra libertad y de nuestro Ser. El dolor guardado que todavía no fue expresado puede reaparecer delante de la tala de los árboles. Y por otro lado están las memorias de perdida a nivel global: la perdida del vínculo entre el Ser Humano y la Madre Naturaleza que ha significado para nuestra especie. Se trata de una memoria ancestral que nos conduce al infortunio que sufrieron nuestros antepasados lejanos: una perdida que no fue deseada sino más bien forzada.
El Culto a los Árboles
El Culto a los Árboles en nuestras tierras fueron prácticas de gran importancia en el mundo Íbero y Celtíbero, mayoritariamente extendidas por los Pirineos y las zonas más boscosas de la península como nos explica el historiador, antropólogo y folclorista Julio Caro Baroja en el capítulo “Culto a los árboles y mitos y divinidades arbóreas” de su libro Ritos y mitos equívocos. Existen numerosas pruebas de la sacralidad de nuestros bosques. En el siglo III, el Cristianismo se instauró como la religión oficial del Imperio Romano: proclamó la existencia de un dios único revelado por la Biblia y tachó de idolatría y paganismo la adoración de los seres divinizados de la naturaleza. Con ello empezó la persecución de todas las antiguas creencias y tradiciones, en esencia animistas, con la intención de ser erradicarlas. La destrucción y profanación de los lugares y bosques sagrados fueron procedimientos habituales para imponer la nueva religión. En el Concilio de Toledo del año 661 se anunció la persecución y castigo de …“los adoradores de los ídolos, los que veneran piedras, encienden antorchas y dan culto a árboles y fuentes”.
En centro Europa Carlomagno fundador del Imperio Franco sometió a los pueblos Sajones y mandó talara su roble sagrado de los Druidas. Con iguales métodos actuó el evangelizador San Bonifacio. Con los siglos miles de personas fueron quemadas en la hoguera por no renunciar a sus tradiciones o por el simple hecho de poseer conocimientos sobre las plantas y sobre sus usos. Estos episodios trágicos significaron pues el inicio de la perdida de ese vínculo ancestral de nuestras sociedades con la Naturaleza que a día de hoy aún nos pesa y daña siendo parte en gran medida de lo que podemos llamar nuestra desconexión o desarraigo.
Resumiendo: cuando vemos cortar a un árbol percibimos ese dolor, el atentado a la vida global, entonces nos ponemos en alerta, nos indignamos, nos afligimos y de forma involuntaria nos llenamos del dolor del «recuerdo» de las perdidas que sigue albergando nuestro cuerpo como individuos, como sociedad y como especie.
Mi consejo es que delante de estas acciones no juzgues a las personas que lo hacen ni a sus jefes, ni a los políticos que lo permiten, más bien aprovecha esta oportunidad para sanar estas huellas y para tomar consciencia de tu potencial para re-vincularte a la Madre Naturaleza. Con ello serás una gran herramienta para concienciar y proteger a nuestros hermanos los árboles.