Orígenes del «Tió de Nadal», La Tronca o Tizón de Navidad
El Tió de Nadal es una tradición antigua pagana no cristianizada muy arraigada en Catalunya y en zonas de Aragón. En su versión moderna esta tradición consiste en tomar un tronco a partir del día de la Inmaculada Concepción, dejarle comida cada noche y taparle con una manta para que no pase frío. Al llegar el día de Navidad, los niños de la casa lo golpean con bastones mientras cantan canciones tradicionales, para que «cague» regalos y dulces por debajo de la manta.
En sus orígenes, esta tradición celebraba el solsticio de invierno, el cambio de ciclo de oscuridad al ciclo de luz, y para ello era fundamental el fuego como elemento de cambio y transformación. Originariamente el tronco se quemaba el día de navidad y se golpeaba con bastones para augurar abundancia para el nuevo ciclo, pero con el tiempo y la desaparición del fuego a tierra de los hogares desapareció la costumbre y con ello su sentido profundo. Veamos qué significados y sentidos esconde esta tradición.
Para empezar tenemos que El Tió de Nadal está relacionado el culto al Sol. La palabra solsticio proviene del latín solstitium que, a su vez, se forma de dos palabras: Sol y statum (estático) y se refiere al hecho de que el Sol no cambia de trayectoria durante tres días alrededor de la fechas correspondientes a los solsticios. Tanto el solsticio de verano como el solsticio de invierno suceden los días 21 de junio y diciembre respectivamente. A partir de este momento es cuando ocurre el fenómeno astronómico en el que el Sol no varia su trayectoria durante tres días y por lo tanto la duración del día y de la noche tampoco varian.
Es a partir del cuarto día (después del solsticio) que el Sol empieza a mover esa trayectoria y esto se traduce en que el día tendrá unos minutos más de luz que los tres anteriores días en el caso del solsticio de invierno y unos minutos menos de luz en el caso del solsticio de verano. Entonces el día solar, en el Solsticio de invierno, empieza a crecer y así progresivamente a lo largo de seis meses hasta su máxima duración y altitud. Por ello sabemos que el día de Navidad, no se refiere a la natividad del niño Jesús, se refiere al renacimiento del ciclo solar de la luz, el Sol Invictus Romano: la Navidad es la celebración del renacimiento de la Luz solar que año tras año, ciclo tras ciclo, gana la partida al ciclo de la oscuridad y perpetúa la vida.
La razón por la que el tronco de Navidad se quemaba el 25 de diciembre era pues homenajear el renacimiento del ciclo de la luz recreando de forma simbólica al astro rey, recreando a la luz y su acción dispensadora de vida a través del fuego que es hijo del Sol.
Por otro lado tenemos el tronco que representa al Árbol, el árbol es el guardián de bosques y montañas y el embajador de la madre naturaleza que contiene sus mismos atributos de fertilidad y abundancia. En ese caso el Tió de Nadal era un tronco grande de un árbol caído que representaba el reposo de la naturaleza en invierno y que en su interior albergaba latentes sus atributos. Cuando a ese tronco se le está entrando en casa es una forma de llevar al hogar el espíritu benefactor de la naturaleza y todo lo que conlleva, por eso recibe un trato de respeto y cuidados como si de un humano se tratara. Vemos pues que el tronco, aunque muerto, se le atribuye vida propia, se le atribuye «alma» y el poder de convocar cosas buenas.
El echo de pegar al tronco (tras haberlo prendido) con bastones y cantar una suerte de «decretos» en la fecha señalada, nos habla de la intención de “despertarlo” de su letargo y activar sus capacidades generativas. Así mismo con la presencia de los regalos se estaba reproduciendo (por simple magia simpática) el poder fértil y abundante que la misma naturaleza y la misma tierra vendría a traer en su nuevo ciclo. «Activar» el Tió de Nadal era por lo tanto un acto, un pequeño ritual de abundancia y buen augurio para la temporada que empezaba.
Por último, tenemos que las cenizas resultantes del tronco después de ser quemado eran recogidas y esparcidas por la casa y el campo como agente mágico y protector. En este caso las cenizas representaban la alquimia resultante de todo el proceso y una vez más dignificando cada etapa y cada función del Árbol se culminaba el ritual congeniando el lugar con su memoria trasmutada.
Así pues y resumiendo encontramos que en sus orígenes paganos la tradición de el Tió de Nadal, El Tizón de Navidad es una combinación de culto arbóreo y culto solar asociados a una magia simpática de buen augurio y protección.