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Árboles y rostros: cuando lo intangible se hace tangible

1024 632 Consciencia Arbórea

Árboles y rostros: cuando lo intangible se hace tangible

Por Xavi Callejo – www.conscienciarborea.com

¿Has sentido alguna vez una sutil pero conmovedora presencia observando a un árbol que posee rostro?

A menudo observamos en la naturaleza un guiño de complicidad hacia nuestra especie los seres humanos. No es extraño para aquellas persones sensibilizadas con los bosques apercibir en los troncos, en las ramas y en las raíces de los árboles rostros o facciones que apuntan a semblantes humanos, de animales o de genios. ¿quien no ha visto un ojo o una boca en el tronco de un árbol?, o ¿unas piernas?

Ver rostros enteros no es tan frecuente, algunos sólo se pueden observar desde un punto y una distancia concretes o a una determinada hora del día. Otros son tan evidentes que hasta nos preguntamos como es posible que la naturaleza haya sido capaz de desafiarse o burlarse de si misma de esa manera.

En cualquier caso los rostros arbóreos nos conectan con la diversión, el asombro y el misterio, pues le dan carácter a los árboles, y eso es lo que hace que los sintamos más familiares, más próximos. Tal es así por que un rostro claro en un árbol suele ser también una “invitación” a su propio reino espiritual y anímico. Aquí empieza la verdadera aventura.

Si los observamos desde la inocencia y la neutralidad podemos apreciar que detrás de la inmovilidad de estos rostros subyace una movilidad, un susurro, una pulsión que colman ese semblante de vida, de presencia (pre-esencia). Sí, es muy fugaz y nos deja una sensación efímera que no sabemos en donde ubicarla porqué nuestro mental no conoce ni comprende la naturaleza de lo que estamos percibiendo.

Los Espíritus o Seres Arbóreos no son visibles pero están, existen, habitan en el aspecto energético e intangible de la materia, de los árboles, y tienen su “pequeña personalidad” muy en sintonía con su forma y sus características físicas. A menudo ellos se sirven de esas caprichosas formas para hacerse más presentes e informarnos de que están ahí con una sutil vibración que anima «su rostro». Cuando eso ocurre se abre una gran oportunidad par acercarnos a ellos y entregarnos a su energía y a su halo de magia y sabiduría.

Es en estos casos cuando lo intangible deviene tangible.

conexión con los árboles Maestros

País de Irás y no Volverás

1024 591 Consciencia Arbórea

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País de Irás y no Volverás

Por Xavi Callejo – www.conscienciarborea.com

¿Conoces el País de Irás y no Volverás? Es muy posible que sí, puede que hayas oído hablar de él, o que te suene de alguna leyenda, o puede que incluso lo hayas percibido alguna vez sin darte cuenta de ello. ¡Pero ojo! esta lejana tierra no es lo que te imaginas…dejemos ya la inmadurez, dejemos las ensoñaciones fantasiosas y adentrémonos con honestidad a conocer y reconocer las otras realidades que nos rodean.

El País de Irás y no Volverás existe, existe más allá de nuestras creencias, más allá de nuestra personalidad, más allá de nuestras fantasías… existe en una realidad aparte, no ordinaria, en un lugar al que podríamos llamar: “otra dimensión”. Yo estuve una vez en ese mágico lugar y ya nunca más volví, por eso es que quiero compartirlo contigo. Deja que te cuente mi experiencia.

Siempre he sido una persona muy curiosa y muy abierta de mente; en aquellos tiempos andaba buscando algo que sentía habíamos perdido en el camino: nuestras raíces, nuestras tradiciones, nuestro vínculo ancestral con la naturaleza…Quería conocer qué era exactamente lo que nuestros antepasados veían y honraban en la naturaleza.

De forma inocente, pero no fortuita, un día me acerqué a una monumental encina centenaria, al contemplarla un cosquilleo recorrió mi cuerpo. Subí a sus anchas ramas y guardé una actitud abierta y receptiva. Con los ojos cerrados pronuncié unas palabras a modo de invocación, una formula que había leído en un libro. Cuando los abrí, seguía viendo la misma corteza pero advertí asombrado que estaba dotada de vida, de sentir, como si una sutil fuerza palpitara en su interior. Luego ese palpitar se transformó en la llamada de un Ser a abrazarle. Fue un deseo irresistible y magnético de unirme a él. Entonces abracé esa enorme rama, la encina, y repentinamente me invadió un sentimiento difícil de describir, sentí como estar en casa de nuevo: un hondo reencuentro. Mi corazón se fundió en un mar de alegría y correspondencia, igual que si me abrazara a un amigo del alma.

La encina, el ser que la habitaba, me transmitió elogios por mi forma de respetar y amar la naturaleza. Aunque sus palabras fueron expresadas por mis propias emociones, ni se me ocurrió juzgar ni dudar de si lo que me estaba sucediendo era o podía ser cierto. Tocaba tan profundamente mi corazón y mi cuerpo, de un modo tan esencial, que mi mente no pudo más que silenciarse. Enloquecí de excitación, quería gritar a los cuatro vientos: “¡El Reino Mágico existe!, ¡Estoy hablando con un árbol!»

Poco a poco y sin darme cuenta me encontré sumido en un halo de dulzura y armonía del que seguro nadie quisiera desprenderse nunca. Al levantar la mirada observé que ese estado que me acaparaba reinaba en cualquier rincón, se extendía por todo el bosque. Todo permanecía inmerso en una sinfonía llena de armonía en dónde el tiempo parecía haberse detenido: ningún árbol, planta o ser era más bello o mejor que otro. El conjunto poseía, aún siendo imperfecto a nuestros cánones, una prístina belleza que otorgaba asimismo perfección, inteligencia, bondad y poesía. Toda la naturaleza gozaba y danzaba al son de la plenitud y la inocencia permaneciendo cada elemento en el momento y el lugar adecuado.

Después de estar un largo rato inmerso en esa sinfonía advertí que había empezado a oscurecer, era el momento de retirarme. Colmado de agradecimiento y con mucha prudencia me despedí de la encina. No quería romper la magia ni la sinfonía y para ese fin traté de no hacer ningún ruido, ningún un gesto de más, dejaba atrás lo que para mi ya era un santuario natural.

De vuelta a casa me invadía un profundo y pacífico sentir y una gran fuerza interior. Me sentía transformado. Tenía la mente inusualmente lúcida y una gran comprensión de todo lo ocurrido. Había conectado con una realidad aparte, más sutil, y asimismo esa otra realidad era igual de real o incluso más real que la ordinaria. Una realidad de carácter “inteligente en si misma” y significativamente más vivaz y esencial. Dicho en otras palabras: había sido el protagonista de mi propia leyenda, de mi propio viaje al País de Irás y No volverás. 

Y efectivamente así es: llegué a una nueva comprensión de la realidad de la que ya nunca he podido regresar. Ese día sentí por primera vez a un Ser Arbóreo (el espíritu de un árbol), me fundí con ese aspecto energético y espiritual de la encina y morí simbólicamente a la concepción de la realidad ordinaria física y tangible para entrar en la percepción de un reino más sutil, una dimensión energética y espiritual de la Naturaleza. Morí simbólicamente para renacer a un nuevo paradigma.

Mi búsqueda no había sido en vano, con la vivencia pude comprender que nuestras antiguas tradiciones paganas fueron las portadoras de una verdadera sabiduría ancestral: el conocimiento de El Mundo de los Seres Elementales de la Naturaleza y su aspecto sagrado. El legado folklórico y mitológico de cuentos y leyendas sobre seres sobrenaturales, con su lenguaje alegórico, cobran de repente sentido real si uno sabe ver sus matices. Hadas, Duendes, Gnomos, Elfos, Dríades, Ninfas, Devas, Sirenas, Genios, Dragones y un largo etcétera, no son seres creados por la pura fantasía humana, ni tampoco seres físicos de carne y hueso, sino más bien son el alma que habita en la naturaleza, propia de árboles, bosques, fuentes, pozas, mares, lagos, cuevas, montañas y otros lugares.

 Deseo que algún día te atrevas a romper tus creencias, expandas tu percepción, salgas de viaje y encuentres el País de Irás y no Volverás.

Autor: Xavi Callejo / Consciencia Arbórea