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Los Árboles como Fuente de Vida

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Los Árboles como Fuente de Vida

Por Xavi Callejo – www.conscienciarborea.com

A nadie se le escapa que los árboles por su aportación al bien común son una forma de  fuente de vida, eso es una obviedad, para descubrir el origen de esta generosa función tenemos que remitirnos al astro rey: el Sol. El Sol es en esencia la fuente engendradora de vida más sustancial de nuestro sistema. En la mitología de muchas culturas el Sol es un Dios, las grandes civilizaciones, como la sumeria la egipcia, la mexica, la incaica, la maya, la china, la japonesa, la griega o en religiones como la hinduista, el astro rey ha ocupado un lugar central como dispensador de toda posibilidad de vida, adorado y venerado como a un Padre universal dador de luz, consciencia e inteligencia divinas.

En la actualidad la Física considera a la luz solar como el espectro total de radiación electromagnética proveniente del Sol, pero, la luz es mucho más que un solo fenómeno físico neutro, la luz contiene información y en su acción de engendrar vida infunde patrones y códigos de la propia estructura organizativa o consciencia a la que pertenece, infunde leyes universales de vida.

Los árboles captan más energía solar que cualquier otro ser vivo sobre la tierra y representan el 50 % de toda la energía captada por todos los organismos vivos. Sus hojas son placas solares a través de las cuales realizan sus funciones fisiológicas vitales, tales como la fotosíntesis, la respiración celular y la transpiración. El desarrollo y la vida de los árboles dependen enteramente de la cantidad de luz que puedan captar, están diseñados para vivir de ella.

Siendo los árboles los seres que más energía solar captan que cualquier otro ser vivo sobre la tierra, resulta evidente pensar que son también los seres que más códigos de la inteligencia solar contienen en sí mismos y por lo tanto los que más la recrean. El Sol da, emite, dispensa, es fuente de vida; los árboles son también fuente de vida y en su acción de dar (dan vida, aire, materias primas, alimentos y fragancias, cobijo, esplendor, fertilidad, riqueza, salud, color y un sinfín de cosas asociadas). En definitiva los árboles ejercen y reproducen el mismo rol y atributo dispensador que la naturaleza solar.

También cientos de tradiciones y mitologías de los pueblos y culturas del planeta referidas a practicas y cultos junto a los árboles corroboran esta afirmación considerando al árbol como un ser cercano a lo divino, asociado a la fuerza vital, al rejuvenecimiento, a la fertilidad y a la fecundidad, es decir, a factores que proporcionan, sostienen y aseguran la vida.

¿Porqué cuando ves cortar a un árbol sientes desgarrarte por dentro?

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¿Porqué cuando ves cortar un árbol sientes desgarrarte por dentro?

Por Xavi Callejo – www.conscienciarborea.com

A muchas personas nos ocurre que cuando vemos cortar (o cuando vemos que han cortado) a un árbol nos estremecemos y sentimos que algo dentro de nosotros se desgarra tal como si nos estuvieran cortando a nosotros mismos. Tenemos la impresión de que se ha cometido un crimen, queda un espacio vacío físico en el lugar de los hechos y una sensación fuerte de desolación, de alarma y de haber presenciado un atentado contra la vida. Eso nos lleva al llanto quizás, a sentirnos desubicados durante minutos u horas y nos llena de un profundo sentimiento de impotencia y de injusticia. Esto que nos pasa es normal porqué somos personas sensibles y seguramente sensitivas.

A veces de forma inconsciente, y consciente también, establecemos vínculos con los árboles de nuestro entorno cotidiano, de nuestro jardín o de un parque o de algún lugar que frecuentamos, árboles que no nos han dejado indiferentes, árboles a los que nos hemos acercado o árboles cuya simple observación nos alegra el día. Siempre que tenemos un sentir, una emoción o un pensamiento para un árbol o un grupo de ellos debemos saber que todo aquello que emitimos ellos lo reciben, es decir, ellos registran todo lo que acontece a su alrededor y saben de nuestro amor y respeto por la naturaleza y de nuestras apreciaciones y cumplidos. Los árboles son extremadamente seres sensibles e inteligentes. De igual modo los árboles irradian informaciones y contenidos que podemos llegar a percibir más aún cuando hemos establecido estos vínculos.

Los árboles cortados recuerdan cadáveres de una batalla

Ocurre lo siguiente: cuando a estos amigos los van a cortar o los están cortando recibimos de ellos su “señal de alarma” cuya frecuencia se irradia y viaja a través del cuerpo mental de la Tierra o Noosfera (según Pierre Teilhard de Chardin, “la Noosfera es el lugar donde ocurren todos los fenómenos del pensamiento y la inteligencia”). Pero su señal de alarma es más intensa y prolífica de lo que parece a simple vista: ciertamente es la de un ser vivo, un Ser arbóreo, que está sufriendo; aun así en ella se expresa mucho más que un individuo, se expresa toda la inteligencia arbórea aclamando por la perdida que supone para la vida en su conjunto. Un atentado contra un árbol es un atentado contra la vida y la evolución en el planeta. Los árboles son conscientes de ello: si ellos desaparecen difícilmente se podrá dar la vida vegetal, animal y humana tal y como la conocemos. Entonces en esa experiencia recibimos toda esa carga, ese crimen a la globalidad, aún que no seamos consciente de ello, nuestro sentido común advierte de que esa acción no debería de tener lugar y nuestro cuerpo y nuestro sentir reaccionan de forma instintiva y abrupta.

Pero aún hay más: están las memorias que guarda nuestro inconsciente y que están en nuestro cuerpo. Cuando vemos cortar un árbol se suelen activar automáticamente las memorias de nuestras perdidas. Por un lado están las memorias de perdida a nivel personal; nuestros duelos, nuestro abandono o las huellas de aquellas experiencias tempranas que nos hicieron distanciar de nuestra libertad y de nuestro Ser. El dolor guardado que todavía no fue expresado puede reaparecer delante de la tala de los árboles. Y por otro lado están las memorias de perdida a nivel global: la perdida del vínculo entre el Ser Humano y la Madre Naturaleza que ha significado para nuestra especie. Se trata de una memoria ancestral que nos conduce al infortunio que sufrieron nuestros antepasados lejanos: una perdida que no fue deseada sino más bien forzada.

El Culto a los Árboles 

El Culto a los Árboles en nuestras tierras fueron prácticas de gran importancia en el mundo Íbero y Celtíbero, mayoritariamente extendidas por los Pirineos y las zonas más boscosas de la península como nos explica el historiador, antropólogo y folclorista Julio Caro Baroja en el capítulo “Culto a los árboles y mitos y divinidades arbóreas”  de su libro Ritos y mitos equívocosExisten numerosas pruebas de la sacralidad de nuestros bosques. En el siglo III, el Cristianismo se instauró como la religión oficial del Imperio Romano: proclamó la existencia de un dios único revelado por la Biblia y tachó de idolatría y paganismo la adoración de los seres divinizados de la naturaleza. Con ello empezó la persecución de todas las antiguas creencias y tradiciones, en esencia animistas, con la intención de ser erradicarlas. La destrucción y profanación de los lugares y bosques sagrados fueron procedimientos habituales para imponer la nueva religión. En el Concilio de Toledo del año 661 se anunció la persecución y castigo de …“los adoradores de los ídolos, los que veneran piedras, encienden antorchas y dan culto a árboles y fuentes”.

San Bonifacio cortando el roble Sagrado de los Druidas, (Cristiandad y Civilización)

En centro Europa Carlomagno fundador del Imperio Franco sometió a los pueblos Sajones y mandó talara su roble sagrado de los Druidas. Con iguales métodos actuó el evangelizador San Bonifacio. Con los siglos miles de personas fueron quemadas en la hoguera por no renunciar a sus tradiciones o por el simple hecho de poseer conocimientos sobre las plantas y sobre sus usos. Estos episodios trágicos significaron pues el inicio de la perdida de ese vínculo ancestral de nuestras sociedades con la Naturaleza que a día de hoy aún nos pesa y daña siendo parte en gran medida de lo que podemos llamar nuestra desconexión o desarraigo.

Promover la desconexión de nuestro vínculo con la naturaleza sigue en vigor actualmente (Fotograma de la película Avatar)

Resumiendo: cuando vemos cortar a un árbol percibimos ese dolor, el atentado a la vida global, entonces nos ponemos en alerta, nos indignamos, nos afligimos y de forma involuntaria nos llenamos del dolor del «recuerdo» de las perdidas que sigue albergando nuestro cuerpo como individuos, como sociedad y como especie.

Mi consejo es que delante de estas acciones no juzgues a las personas que lo hacen ni a sus jefes, ni a los políticos que lo permiten, más bien aprovecha esta oportunidad para sanar estas huellas y para tomar consciencia de tu potencial para re-vincularte a la Madre Naturaleza. Con ello serás una gran herramienta para concienciar y proteger a nuestros hermanos los árboles.

Sensaciones y sentimientos contradichos difíciles de describir ante semejantes atentados

Iciar Bollaín rueda el drama del expolio de los olivos milenarios

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Iciar Bollaín rueda el drama del expolio de los olivos milenarios

Fuente: Rafa Ruiz, El Asombrario & Co. Fotos: Jose Haro

Fotograma de la película ‘El Olivo’, de Iciar Bollain. Foto: José Haro.

Fotograma de la película ‘El Olivo’, de Iciar Bollain. Foto: José Haro.

No estamos acostumbrados a que una película española de ficción se acerque a un tema medioambiental. Iciar Bollaín lo ha hecho, de la mano de su compañero y guionista de cabecera, Paul Laverty, con calidad y emoción. En mayo se estrenará ‘El Olivo’, que recoge el drama que sufren muchos olivos abandonados en El Maestrazgo por el afán de rentabilidad cortoplacista, por escasa sensibilidad, por especulación, por desidia. Hemos hablado con la directora y también con la gente de Apadrina un Olivo, que están plantando lucha para que estos árboles sean el acicate de un renacimiento rural.

“Es que este árbol no es nuestro. No nos pertenece. Es de la historia, de la vida, de la tierra, de nuestros abuelos y bisabuelos y tatarabuelos. No es nuestro”. Es una de las escenas y de las frases más impactantes de la película. Es el alegato que hace un agricultor frente a sus hijos, que quieren vender un olivo milenario para obtener un dinero que les viene muy bien, para tapar agujeros de sus maltrechas economías. Pero el hombre de campo de toda la vida -interpretado por Manuel Cucala, un agricultor de verdad, retirado, de 74 años, no un actor; elegido tras un concienzudo casting entre la gente de la comarca- les responde que pronto se habrán gastado el dinero y se habrán quedado sin nada, sin el dinero y sin ese árbol que es su vida, con el que comparte la savia y la sabiduría de la tierra.

Es la visión y los ritmos de la naturaleza frente a la urgencia de la ambición humana. Y eso está muy bien contado en El Olivo, porque frente a las laderas apacibles de olivos, Bollaín ha retratado ese otro paisaje de la burbuja inmobiliaria, las prisas y la corrupción -que además de corrupta es hortera- de la franja española mediterránea, simbolizada en esa mansión con piscina vacía ornamentada con una réplica de la Estatua de la Libertad.

La película es muy española, pues tiene mucho del paisaje bueno y malo de ese trozo del país, pero también porque retrata a unos seres quijotescos en un viaje casi a ninguna parte en medio de un mundo cuyos resortes de dura rentabilidad ni manejan ni entienden bien. “A veces te tienes que lanzar de cabeza, y la gente te ayuda por el camino”, dice la protagonista, Alma, interpretada por una impresionante Anna Castillo, y que ya nos engatusó con su desparpajo en la exitosa obra de teatro musical La Llamada.

“Sí, estoy contenta con el resultado, porque creo que la película refleja bien lo que queríamos contar, que no siempre se consigue”, me cuenta la directora durante una comida tras un pase previo de El Olivo a los miembros de la Asociación de Periodistas de Información Ambiental (APIA) www.apiaweb.org. “Y creo que va a comunicar bien con diferentes generaciones y con la gente joven”. Buena parte de esa conexión tendrá que ver con quien ha escrito la historia, Paul Laverty, el escocés que es también guionista de Ken Loach, y agradecérsela a la actriz protagonista, Anna Castillo, prácticamente nueva en cine, pero inmensa en su descarada naturalidad (¿Goya a actriz revelación?), y que da vida a una chica que ha encontrado sus señas de identidad en su abuelo y en un árbol que parece que tiene la expresión de un monstruo bueno (también hubo un concienzudocasting de olivos durante una semana; se seleccionaron varias decenas, y la directora fue quien eligió al protagonista vegetal; el que aparece en Alemania por supuesto no es natural, sino de fibra de vidrio reproduciendo a tamaño casi natural el original). Son el abuelo y la tierra los que la abrazan y dan calor. Como dice Bollaín: “Abuelo y olivo son lo mismo. El olivo es su raíz, su infancia, su tierra”. Y no quiere que se lo arranquen. “Lucha frente a esa pérdida, porque es luchar frente a la falta de valores. Y la crisis tiene desde luego una dimensión económica dramática, pero también una parte de que nos arrancan valores y señas de identidad”. El abuelo y el olivo representan lo que se pierde en un mundo de prisas y especulación que construye piscinas absurdas con estatuas de la Libertad; y la protagonista no deja de ser una radical (radical de querer tener raíces).

Fotograma de la película 'El Olivo' de Iciar Bollaín. Foto: José Haro.

Los tres protagonistas de la película ‘El Olivo’. Foto: José Haro.

Un olivo arrancado de su tierra para malvivir entre cristales, para decorar un edificio de oficinas en Alemania. La película tiene estructura de cuento: el abuelo, la nieta y el árbol. Pero es que desgraciadamente es la suerte que han corrido muchos de los mejores ejemplares: ser arrancados para decorar jardines particulares o de empresas en España, Europa o incluso China.

El dinero frente a las raíces

Ahora afortunadamente ya se están tomando medidas de protección, como en la Comunidad Valenciana. Y de sensibilización, como el proyecto Apadrina Un Olivo. “Es que este árbol no es nuestro. No nos pertenece. Es de la historia, de la vida, de la tierra”.

Ésa es también la frase de la película que se le ha quedado grabada a José Alfredo Martín, co-fundador de Apadrina Un Olivo, proyecto con epicentro en el pueblo turolense de Oliete; llevan dos años dando visibilidad al abandono de los olivares de la comarca. “Desde luego que la película de Iciar nos va a ayudar a dar más proyección a nuestro empeño. La película te toca, y eso por supuesto que ayuda a concienciar sobre el problema”.

José lo explica bien: parten de Oliete y de los olivos para ir más allá. También con un punto quijotesco, como los protagonistas de la película: “Es una iniciativa para transformar el abandono de las áreas rurales”. Para darle la vuelta a ese proceso que tratan de que veamos como irremediable, y no lo es, de éxodo rural. “Fíjate, Oliete era una población con 2.400 habitantes, y ahora tiene sólo 480. Se cultivaban 378 hectáreas de olivar, y ahora sólo 56. Calculamos que eso supone que hay unos 100.000 olivos abandonados. Y es el destino que le esperan a muchos núcleos rurales en España; porque hay 3.600 municipios con menos de 500 habitantes”.

Fotograma de la película 'El Olivo' de Iciar Bollaín. Foto: José Haro.

Abuelo y nieta en una de las entrañables escenas de ‘El Olivo’. Foto: José Haro.

Por eso él -que trabajaba como auditor financiero, algo que le aburría bastante-, su hermano y dos amigos, uno de ellos de Oliete, que se conocieron en una Campus Party en Londres (como en la película también se alía lo más pegado a la tierra con lo más moderno, con las nuevas tecnologías, en un link intergeneracional que merece la pena destacar, por lo que tiene también de estructura circular, últimamente tan de moda), idearon este plan para devolver energía a los pueblos. “Y se nos ocurrió proponer algo diferente para salvar el pueblo y salvar estos árboles: ofrecerles una experiencia actual, en línea con lo que hoy se lleva: Apadrinar un olivo”. Por 50 euros al año, incluye, aparte de la satisfacción de contribuir a preservar medioambiente y pueblos, una app para móvil en el que puedes seguir los cuidados, aspecto y evolución del olivo que has elegido, excursión al pueblo (con lo que eso supone de revitalización del turismo rural en la zona) y, ahora, para ir afianzando ese vínculo árbol/humano, el regalo de 2 litros de aceite -“social, solidario, ecológico y sostenible”- procedente de los olivos incluidos en el proyecto. La iniciativa cuenta con 800 padrinos y madrinas y 2.000 olivos recuperados mediante acuerdos de custodia del territorio, y en ella hay ya 22 personas involucradas, un acuerdo con ATADI (Agrupación Turolense de Asociaciones de Personas con Discapacidad Intelectual), la implicación del Gobierno de Aragón y el apoyo económico de Fundación Telefónica y Hojiblanca. El siguiente paso será extenderse a los pueblos vecinos de Ariño y Alacón, abrir a finales de este año una almazara propia para comercializar su propio aceite bajo una marca de Consumo Responsable, y seguir recuperando olivos, creando puestos de trabajo en el medio rural y revitalizando pueblos que languidecen.

La película El Olivo y el proyecto Apadrina Un Olivo coinciden en algo fundamental: Soñar con un ideal. Perseguir lo que puede parecer una utopía dentro de este rígido orden neoliberal mundial.

Además, todos podemos poner nuestra ramita de olivo, ya que en change.org está en marcha una campaña para pedir al Parlamento Europeo alguna acción para acabar con el expolio de los viejos olivos y otros árboles centenarios, puesta en marcha desde la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente y César-Javier Palacios, y que cuenta ya con casi 150.000 firmas.

Fuente: Rafa Ruiz, El Asombrario & Co. Fotos: Jose Haro